¿Cuáles son las técnicas de pintura que más nos ayudan a desestresarnos?

No hay nada como ese momento en el que decides parar un poco el mundo y sentarte con una hoja en blanco delante. Da igual si lo haces con pinceles, con lápices, con los dedos o con pigmentos en polvo: pintar tiene algo que relaja, que suelta nudos, que te saca de la rueda de pensamientos donde a veces estamos atrapados. Yo descubrí el poder de la pintura casi por casualidad, en un taller al que me apunté una tarde de sábado por probar algo diferente. Desde entonces, puedo decir que ha sido uno de mis recursos estrella para calmar la mente.

Aunque mucha gente piensa que para pintar hay que tener “talento”, la realidad es que eso es lo de menos cuando lo que buscas es desconectar. Pintar no significa hacer una obra maestra: va más bien de expresarte, de conectar contigo misma y de dejarte llevar. Y lo mejor de todo es que hay muchas formas de hacerlo, según cómo te sientas o lo que necesites ese día.

Voy a contarte algunas de las técnicas que más me han ayudado a desestresarme y por qué creo que deberías probarlas. Al final, esto está pensado para que nos sintamos mejor, ¡lo demás, da bastante igual! Y te lo voy a demostrar:

  1. El arte sin presión de la pintura acrílica.

Si quieres mi opinión, debo empezar por los acrílicos, ya que sin duda son una opción genial para empezar.

¿Por qué digo esto? Pues verás, a diferencia de otras técnicas de pintura, éstos son muy adaptables, se secan rápido, se pueden mezclar con agua o con otros medios y no tienen ese olor fuerte que suelen tener los óleos. Sin embargo, lo que realmente me enganchó fue la posibilidad de pintar encima si algo no me gustaba.

Esa libertad me liberó muchísimo, el hecho de no tener que hacerlo “perfecto” de primeras me quitó un peso de encima. Empecé a jugar, a hacer manchas, a experimentar con texturas, incluso a usar tarjetas viejas o espátulas de cocina para extender el color. El resultado no era para colgarlo en un museo, pero yo salía del rato de pintura como si me hubieran reseteado por dentro.

  1. Acuarela y dejar fluir la pintura como el agua que la compone.

Si lo tuyo es más dejarte llevar que controlar cada paso, la acuarela puede ser ideal. Al principio puede frustrar un poco porque hace lo que le da la gana, pero una vez aceptas que no puedes dominar del todo el resultado, se convierte en una herramienta muy útil para trabajar eso de rendirse a lo que venga. La forma en la que el agua mueve el pigmento, cómo se expanden los colores o cómo se mezclan sin que tú puedas decidir del todo lo que pasa, te obliga a dejar de controlar; además de enseñarte técnicas increíbles y visualmente muy bonitas, te ayuda a controlar la aceptación, algo completamente fundamental para combatir el estrés.

  1. Pintar con los dedos: conexión pura.

¡Pintar con los dedos no es solo para niños, a diferencia de lo que todos creemos!

De hecho, es una de las formas más directas de conectar con lo que estás sintiendo. No hay pincel de por medio ni técnica que seguir: solo tú, el color y la superficie. Recuerdo una tarde en la que tenía la cabeza a mil y no podía concentrarme en nada. Me puse delante de una cartulina grande, saqué unas témperas y empecé a manchar con las manos. Hice círculos, espirales, manchas sin sentido. Cuando terminé, sentí que había vaciado algo muy profundo que no sabía cómo expresar.

  1. Dibujo a lápiz y patrones repetitivos.

A veces no hace falta colorear algo en sí mismo; tan sólo necesitas coger un lápiz y dibujar líneas, formas o incluso garabatos, ya que puede llegar a ser profundamente relajante. El dibujo a lápiz tiene algo casi hipnótico, sobre todo cuando repites trazos, haces sombreado o simplemente dejas que la mano se mueva sin pensar.

Una de las cosas que más hago cuando estoy nerviosa es dibujar patrones: cuadrados, ondas, tramas. También me gusta mucho practicar eso que llaman “contorno ciego”, que consiste en dibujar sin mirar el papel. Suena raro, pero te deja el cuerpo bastante tranquilo y libre (y muchas veces terminas riéndote con el resultado, que también ayuda).

  1. Los pasteles.

Aquí tengo que hacer una pausa, porque el pastel fue un antes y un después para mí, y sí, me refiero a esas barritas que parecen tiza pero que tienen una intensidad de color y una textura adictiva. Utilizar pasteles te obliga a usar las manos, a sentir el polvo del pigmento, a mezclar directamente sobre el papel. Es una técnica directa, expresiva, que no necesita muchos conocimientos técnicos para disfrutarla desde el primer minuto.

Una de mis marcas favoritas, que encontré navegando por ArteSpray, son los Pastel Rembrandt, y sin duda me conquistaron desde el primer momento por cómo se deslizan sobre el papel, la viveza de sus tonos y lo bien que se mezclan. Me gusta usarlos cuando tengo un día cargado y necesito soltarlo todo sin pensar.

¡Tienen algo entre lo salvaje y lo delicado que engancha!

  1. El arte de dibujar mandalas.

¿Has probado alguna vez a pintar mandalas? Aunque al principio pensé que era una moda más, acabé enganchadísima. Al repetir patrones y centrarte en formas circulares, tu mente se calma sola.

Empecé con mandalas impresos y luego me animé a crear los míos propios. No hay que seguir reglas, ni buscar perfección: lo importante es sentarte, respirar, elegir un color, seguir un trazo, y ver cómo se te pasa el tiempo sin darte cuenta. Es una forma muy fácil de entrar en modo pausa, que a veces cuesta encontrar en medio de la rutina.

  1. Collage.

Cuando no tienes muchas ganas de pintar desde cero, el collage es una alternativa genial. Recortar revistas, fotos viejas, papeles de colores y combinarlos sin preocuparte demasiado es como hacer un puzle emocional. Es una técnica muy lúdica, que despierta la creatividad y te conecta con tu parte más intuitiva. Puedes añadir pintura encima, mezclar con palabras, escribir frases, lo que te dé la gana.

¡La sensación de libertad es enorme! A veces incluso descubres cosas que no sabías que tenías dentro solo con juntar un recorte con otro.

  1. Pintura intuitiva.

Esta técnica no tiene un nombre oficial, pero para mí es la reina del desahogo.

Consiste en pintar sin saber qué vas a hacer: eliges un color, lo pones en el papel y dejas que todo fluya. Puede que al final salga algo reconocible o puede que se quede en una mancha, pero créeme: está bien así. El arte intuitivo te enseña a escucharte, a dejar que el cuerpo decida los movimientos, a confiar en que lo que llevas dentro encontrará una forma de salir. A mí me salvó en más de una noche de insomnio y de días en los que no podía ni hablar de lo que sentía.

  1. Pintar en grupo.

Aunque a veces pintar sola es lo que necesitas, hay algo mágico en hacerlo en grupo. Ya sea en talleres, clases o con amigas en casa, compartir el proceso con otras personas tiene un efecto muy potente. Se crea un ambiente de libertad donde nadie juzga, y eso ayuda mucho a soltarse.

Lo cierto es que en la mayoría de ocasiones no hablamos de nada profundo, pero entre pincel y pincel pasan cosas bonitas. Y si te cuesta sacar tiempo para ti, tener una cita semanal con otras personas para pintar puede ser justo lo que te ancle y te dé ese respiro que no te das en el día a día.

  1. Combinar técnicas según el ánimo.

Finalmente, otra de las cosas que más me ha ayudado es no limitarme a una sola técnica. Según cómo estés ese día, te apetecerá más una u otra: hay días que piden pastel, otros un collage, otros un mandala… Sea como sea, tener un rincón en casa con tus materiales listos hace que sea más fácil darte ese ratito. Yo tengo una caja con pasteles, pinceles, rotuladores, acuarelas, papeles, etc. Y cuando noto que el agobio me aprieta, la abro y dejo que mi cuerpo elija lo que necesita. No siempre sé qué saldrá, pero siempre salgo de ese rato más en paz.

Recuerda que lo más importante es hacerlo para ti.

Pintar no es una solución mágica, pero sí es una herramienta sencilla y honesta para cuidarte un poco más.

No tienes que ser artista, ni tener un estudio precioso ni gastarte un dineral: solo necesitas darte permiso para jugar. Porque sí, la pintura es eso también: un juego que te conecta contigo, que te permite descansar del ruido, que te invita a escuchar sin juzgar.

¡Así que lánzate!

  • Prueba algo nuevo.
  • Coge un color al azar.
  • Ensúciate las manos.
  • Exprésate.

Y recuerda: si no sabes por dónde empezar, unos pasteles y un papel con textura pueden ser el primer paso hacia un espacio que te devuelva la calma que necesitas.

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