Todo deja huella. Desde que nos levantamos y ponemos un pie en el suelo, encendemos la luz y nos movemos, hasta que, nos acostamos y apagamos esa luz. Durante todo el tiempo, estamos generando una huella, la de carbono. Esa huella que tan de cabeza nos trae en los últimos tiempos y que es más fácil de encontrar que la de un oso en el Polo Norte. Si antaño las huellas eran algo físico y palpable, ahora es algo cuantificable.
Sabemos que todo deja huella, en mayor o menor medida, pero es posible que pensemos, erróneamente, que la tecnología digital, no emite emisiones ni contribuye al impacto ambiental negativo. Aquí, erramos la mayoría. El cibermundo, deja tanta huella de carbono como puede dejar cualquier otra actividad. Es decir, no está exenta de ser contaminante, por mucho que, a través del teclado, no veamos salir humo.
Hace unos años, en las decisiones relativas a las tecnologías de la información, influían factores como la ubicación de la carga de trabajo o el coste. Sin embargo, en la actualidad, esa situación ha cambiado a consecuencia del cambio climático. El fomento de la sostenibilidad y la protección del medio ambiente, se han convertido en prioridad para las empresas, lo que supone un impacto sustancial en los gobiernos corporativos. En consecuencia, deben ajustarse los objetivos de las empresas, con objeto de alcanzar la neutralidad de carbono y contribuir en la reducción del calentamiento global.
Hasta aquí todo bien, ahora toca definir, en concreto, a que se refiere la huella de carbono digital en particular. En este caso, se hace alusión al impacto ambiental que ejercen las tecnologías digitales y las actividades en línea, lo que incluye la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) y el consumo energético asociado al uso y funcionamiento de los dispositivos, redes y servicios digitales. Abarcando las emisiones generadas durante todo su ciclo de vida, desde que se fabrican hasta que se eliminan.
Reducir la huella de carbono digital
Teniendo esto en cuenta, todo lo que hacemos en línea o mediante el uso de dispositivos digitales, forma parte de esa huella o impacto en el medio ambiente que, debemos evitar o minimizar. Desde Zeolos, como expertos en gestión de huella de carbono nos señalan lo siguiente:
- Utilizar un servicio de streaming en televisión, durante una o dos horas al día, requiere un consumo energético equivalente al del funcionamiento de una nevera en seis meses.
- La huella de carbono de una plataforma de streaming, ha llegado a alcanzar el 1,1 millones de MT, lo que equivale a una ciudad con ciento cincuenta mil viviendas.
- Dentro de las aplicaciones de redes sociales, Tik Tok emite el equivalente de hasta dos con sesenta y tres gramos de CO2 por minuto de usuario activo.
Esto es solo una pequeña muestra de lo que queremos decir con huella de carbono digital. El impacto de las TI es considerable. Lo que importa no es únicamente el consumo eléctrico, sobre todo en el caso de las empresas. Otro de los factores que preocupan, es el uso de agua en los centros de datos, por lo que las empresas, buscan formas inteligentes y sostenibles, de reducir ambos consumos: el energético y el de agua. Al mismo tiempo que es necesario reducir los desechos electrónicos, es decir, dispositivos o hardware, que contiene productos químicos tóxicos y materiales peligrosos, capaces de filtrarse en el suelo y el agua.
En consecuencia de lo expuesto, la contaminación producida por internet y las emisiones de carbono de los centros de datos, deben reducirse. De no controlar estas emisiones, la huella de carbono que dejan las tecnologías digitales, puede agravar de forma considerable la situación medioambiental.
El impacto medioambiental que tiene la informática puede ser equivalente a los beneficios que implica su uso. Como sabemos, los ordenadores han mejorado de forma notable diversos aspectos de la vida y el mundo de los negocios, aunque estos beneficios, conllevan ciertas consecuencias que conviene considerar. Si en el año dos mil veintiuno se estimaba la existencia de siete millones doscientos mil centros de datos en todo el mundo, desempeñando un papel indispensable para cubrir las necesidades informáticas de empresas y usuarios, hoy esa cifra se ha incrementado notablemente.
Esta cantidad de centros de datos, preocupa sobre todo en términos de consumo energético. Existen centros de muy diversos tamaños, desde instalaciones pequeñas hasta instalaciones que albergan miles o decenas de miles de servidores que consumen electricidad como si no hubiera un mañana. Y es que al paso que vamos, el mañana se intuye precario.
Debido a este crecimiento de los costes energéticos asociados a los centros de datos y el endurecimiento de la regulación medioambiental, las empresas se enfrentan a un nuevo desafío: encontrar el enfoque más ecológico y sostenible. Algo que no se encuentra en el almacenamiento en la nube, ya que depende de grandes centros de almacenamiento de datos que son gestionados por hiperescalares, y por tanto, tiene un impacto ambiental considerable. La sostenibilidad de los servicios en la nube, van ligados al esfuerzo del propio sector para desarrollar y adoptar unas prácticas operativas que sean más eficientes.
Del dicho al hecho: como
Si fuera fácil, la pregunta sobraría. Pero no, no es tan fácil reducir la huella de carbono en general y, en algunos sectores, en particular. La sostenibilidad, en algunos aspectos, supone más que un reto. No obstante, las organizaciones de las TI, tienen en su mano algunas medidas que pueden adoptar para reducir su huella de carbono digital. Algunas de las estrategias son las siguientes:
- Utilizar software de bajo consumo, es decir, utilizar servidores, equipos de escritorio, portátiles y equipos de red de bajo consumo. Toca buscar dispositivos que consuman poca energía al funcionar, además de optimizar la configuración de la gestión de energía en momentos de inactividad.
- Reducir hasta lo esencial con la virtualización y el cloud computing, consolidando los servidores mediante la virtualización, con la finalidad de reducir la cantidad de equipos físicos y su consumo energético. El cloud computing permite aprovechar los recursos compartidos.
- Optimizar las operaciones del centro de datos, implementando sistemas de enfriamiento eficientes, junto a técnicas de gestión de flujo de aire y mantenimiento regular de los sistemas de distribución de la energía, lo que permite mejorar la eficiencia energética.
- Buscar fuentes de energía renovable, como la energía solar o eólica, generando electricidad para los centros de datos y otras operaciones TI.
- Mantener la eficiencia en el almacenamiento y la gestión de datos, implementando técnicas de duplicación y compresión de datos, lo que reduce la necesidad de almacenamiento y minimiza el consumo energético.
- Responsabilidad con la eliminación de deshechos y el reciclaje, poniendo en práctica programas adecuados para el reciclaje de los residuos electrónicos y su desecho responsable, cumpliendo la normativa medioambiental.
- Adoptar prácticas de adquisición ecológicas, priorizando la compra de equipos de bajo consumo y que sean respetuosos con el medioambiente.
- Fomentar el teletrabajo parcial o total, ya que el trabajo a distancia puede reducir las emisiones y el consumo energético, relacionado con el desplazamiento de los empleados. Impulsar las videoconferencias y el uso de herramientas de colaboración, minimiza la necesidad de viajar.
- Fomentar la concienciación y formación de los empleados, informando sobre la importancia de reducir la huella de carbono digital.
- Llevar a cabo una medición y supervisión continua, implementando herramientas y sistemas que midan y supervisen el uso energético, las emisiones de carbono y el impacto medioambiental en general.
Todo esto se engloba dentro de un término conocido como responsabilidad digital corporativa. Este término hace referencia al compromiso que adquiere una empresa a la hora de llevar a cabo su operativa digital, de forma ética, responsable y sostenible. Incluye acciones como las citadas y prácticas relacionas con el uso de las tecnologías digitales, la privacidad de datos, ciberseguridad, impacto ambiental y aspectos sociales de diversa índole. La responsabilidad digital corporativa, va un paso más allá del cumplimiento legal, abarcando esfuerzos proactivos, que abordan aspectos sociales y medioambientales asociados.
Lo que nos lleva a lo que se denomina como descarbonización digital, un proceso de reducción de emisiones de carbono e impacto medioambiental ligado a las tecnologías y las actividades digitales. Este proceso implica la adopción de una serie de prácticas sostenibles, mejorar la eficiencia energética e implementar las medidas más respetuosas con el medio ambiente, a lo largo de todo el ciclo de vida de las diferentes tecnologías digitales, incluyendo su producción, uso y eliminación. Las propias tecnologías digitales, son capaces de contribuir a este propósito, por ejemplo, las comunicaciones digitales, el análisis de los datos o el software de automatización de los sistemas, ayudan a las compañías eléctricas a convertir las redes eléctricas en más eficientes.
En conclusión, solo podemos decir que la huella de carbono digital, no es digital ni virtual, es palpable y una realidad. Tendemos a pensar que lo digital se diluye por el camino, cuando no es así. Deja rastro a su paso y ese rastro, no solo son datos que, a veces queremos eliminar, es un impacto medioambiental, bastante significativo. No está de más tenerlo en cuenta y actuar en consecuencia.



